EL VIZCONDE ...
DESDE LAS VIEJAS CRUZADAS
Entre las tierras de norte,
cerca de las nieves blancas,
nació una historia conforte.
De gran amor, en aguas francas.
Relatan las viejas gentes.
Qué en él castillo del monte.
Habitaban damas decentes.
Y la mayor dama con porte.
El Vizconde qué servía,
con lealtad a la corona.
Hubo de partir un día
y dejar sola a la patrona.
Diez años le pedían, diez.
De servicios a la corona,
ella en su vientre a su vez.
La semilla en su persona.
Él se marcha sin saber.
Que Dios le otorgaría un hijo.
Los compromisos y el deber,
eran su mayor acertijo.
Marcha con un beso en los labios,
Qué a su dama con amor dejó.
Y una promesa de diez años, Dios.
y dejándoles solitos y de todos se alejó.
Al más fiel de los criados.
Qué les cuide les encargo.
Más aún no habido ni alejados.
Y con la bella dama recargo.
Quería tomar por su esposa.
Y hacerse de ella su dueño.
Y ella mujer grandiosa.
Márchese en horas de sueño.
En los bosques vivió a solas.
Y en ellos su hijo amado llego.
Le amamanto entre las olas.
Y él verde dé los montes le abrigo.
Un ciervo tomó de familia toda.
Y en crianza con amor le protegió.
Ese ciervo le cuida y atesora,
y ése niño cuanto cariño recibió.
Amor a raudales toma el joven.
Amor qué madre y sierva diera.
Y en ese amor tan noble y joven.
Creció sin qué pena conociera.
Ya cercanos los diez años.
Del tiempo de su partida.
La dama cayose en daños.
Se le extinguía su vida,
Y con la voz apagada,
y repleta de gran cariño,
con cuanta pena relatada.
Mientras le decía a su niño.
Al llegar, el nuevo alba mañana,
sal hacia el camino mi niño.
Y busca junto a la rama hermana,
Al mejor jinete y con más armiño.
Pregunta por él Vizconde,
Dile claro y alto tú apellido.
Y cuando te pregunte de donde,
Dile que eres, Tú su hijo querido.
Si llega sin caer la noche,
Quizás le mire a los ojos.
Pero amale con derroche.
Y nunca le hagas enojos.
Si nuestro Dios no quisiera.
Qué vea su rostro querido.
Dile que mi ser le espera.
Para vivir lo prometido.
No le cuentes nada amargo
tan solo háblale de alegría.
Y dile que se me hizo muy largo.
El vivir sin su compañía.
Aun no rayada el alba,
el niño salió al camino.
Y la luna le abrazaba,
dándole su amor y mimo.
Ya se escuchan los jinetes.
Llegan de lejos cantando.
El grito de la victoria. Presentes.
A su tierra están regresando.
Él niño firme salió a su paso,
y ANTE los caballos se cruzara.
Un caballero le toma del brazo.
Diciendo. Mientras el niño preguntara?
Quien de ustedes es él Vizconde,
dijo con la voz qué casi se ahogaba,
mientras decía su nombre.. Le responde.
Donde lo escucho.. Y él su historia relataba.
Yo señor me crie en el monte,
a solas con mi madre amada,
y ella dice que llego su norte,
qué su vida está apagada.
Él vizconde del caballo,
presto bajo brincando de un salto.
Hijo qué Dios me ha dado,
y a solas les deje yo, mi Dios santo..
Junto a la madre fueron,
ya sus últimas palabras de amor,
como espinas bien hirieron,
era su rosa en flor. Su gran amor.
Y ella pedía por su hijo fiel clemencia.
Ella le pedía en nombre de Dios perdón.
Qué vivieran, sin más muertes ni sentencia.
Mientras le daba todo su amor con pasión.
Y hoy le decía su último adiós,
mientras morada le daban
y dos palabras gravaban, pidiendo a Dios,
aquí yace la mejor madre y esposa,
mujer qué solo dio amor, amante gererosa..
Padre e hijo lloraban. Por su amor..
Ya.. Quebrados por el dolor.
Hijo y padre partieron rezando a Dios.
Con su voz diciendo espérame amor.
Qué en la vida siguiente.
Viviremos nuestro amor.
Siendo felices eternamente..
Te guardo con gran fervor.
Mi único y gran amor.
Yo te querré hasta la muerte...
Espérame qué estemos juntos por siempre..
Y cuenta la vieja historia qué un día alguien escribió.
Que junto a la dama hermosa, la cierva también murió.
Y el hijo se hizo Vizconde, y buen reinado llevó.
Tomo de su padre el nombre, y de su madre el honor.
Y a Dios se entregó como hombre,
en crear un mundo.. DE PAZ Y AMOR.
Autor-@-Francis Falcón-..
Derechos de Autor
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